The Truth of Tibetan Buddhism

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Sexual scandals of Lamas and Rinpoches

über die Dalai Lamas

Before Buddhism was brought to Tibet, the Tibetans had their believes in "Bon". "Bon" is a kind of folk beliefs which gives offerings to ghosts and gods and receives their blessing. It belongs to local folk beliefs.

In the Chinese Tang Dynasty, the Tibetan King Songtsän Gampo brought “Buddhism” to the Tibetan people which became the state religion. The so-called “Buddhism” is Tantric Buddhism which spreads out during the final period of Indian Buddhism. The Tantric Buddhism is also named "left hand tantra" because of its tantric sexual practices. In order to suit Tibetan manners and customs, the tantric Buddhism was mixed with "Bon". Due to its beliefs of ghosts and sexual practices, it became more excessive.

The tantric Master Atiśa spread out the tantric sex teachings in private. Padmasambhava taught it in public, so that the Tibetan Buddhism stands not only apart from Buddhist teachings, but also from Buddhist form. Thus, the Tibetan Buddhism does not belong to Buddhism, and has to be renamed "Lamaism".

   
                   Breve historia del cruel dominio en el Tibet de los lamas.(2)

 

Los sueños terrenales del Dalai Lama 

En los últimos años de la década del 80 se dieron fuertes luchas en las ciudades de Tibet contra el gobierno chino. Este las reprimió con balas y arrestos en masa. Esas rebeliones rescataron al Dalai Lama de largos años de oscuridad al nivel internacional. De repente poderosas fuerzas del mundo lo trataban como a una celebridad y hasta le dieron el premio Nobel de la Paz.

El público ve una imagen romántica del Dalai Lama: lo pintan como un santo moderno que está librando una lucha no violenta contra fuerzas abrumadoras. Lo presentan como el líder y centro espiritual de un movimiento de independencia que lucha para "liberar a Tibet" del poderoso gobierno central de China dirigido por Deng Xiaoping. Es una imagen falsa. La verdad es que durante casi 20 años el Dalai Lama ha querido llegar a un acuerdo con Deng Xiaoping. Espera restaurar en la medida posible los viejos privilegios y el poder de la aristrocracia, a cambio de estabilizar la región para los actuales dirigentes de China.
En 1987 el Dalai Lama retiró sus previas demandas de independencia y el retiro de las tropas chinas de Tibet. En 1994 hasta apoyó la posición del gobierno chino en el debate en Estados Unidos sobre la restauración de su posición como "Nación más favorecida" (NMF) en el comercio, lo que escandalizó a muchos de sus partidarios en Estados Unidos que querían negárselo para presionar al gobierno chino a cambiar su política en torno a Tibet.

O sea, a medida que la opresión y la resistencia popular crecían en Tibet en los años 80, el Dalai Lama se ponía cada vez más servicial hacia el gobierno chino, traficando con la lucha tibetana.

Los motivos de un dios-rey destronado 

El Dalai Lama ofreciéndose a Deng Xiaoping, buscando un arreglo con el gobierno que masacró a manifestantes en Lhasa y en la plaza Tienanmen, y que inundó las ciudades de Tibet con tropas e inmigrantes jan? Unos no lo creerán, pero la verdad es que desde que se exilió en 1959, la política del Dalai Lama y su séquito ha sido maniobrar para recuperar su estado privilegiado sobre el pueblo tibetano. Eso se debe a su naturaleza de clase como el núcleo en el exilio de una clase dominante feudal.

Antes de la revolución, los monasterios de Tibet adiestraban a una élite de monjes que se pasaban la vida en soledad salmodiando y debatiendo dogmas religiosos. Con su intenso misticismo y su meditación introspectiva, el lamaísmo budista presentaba su vida monástica como una red de oasis espirituales separados de la mundana vida cotidiana. A los simpatizantes del Dalai Lama a veces les atrae la "calma" de los monjes. Pero en realidad, los monjes y sus monasterios nunca viven aislados de la sociedad de clases: la cultura religiosa-aristocrática de Tibet no puede existir aparte de su fundación económica feudal y esclavista.

En una discusión sobre la India, el Presidente Avakian demuestra que las prácticas monásticas al parecer espirituales están profundamente vinculadas con el sufrimiento de las masas populares: "Había monjes budistas altamente educados y en los monasterios budistas de la antigua India había concentrado mucho conocimiento; esos monjes no vivían copiosamente (de hecho algunos eran ascetas y vivían sencillamente); sin embargo, toda su vida y, lo que es más, todo lo que aprendían y sus privilegiados conocimientos se basaban en la cruel y extrema explotación y esclavitud de las masas básicas. Además, hay que cuestionar el contenido y el valor del conocimiento y la `sabiduría' adquiridos por los monjes, los eruditos, etc., divorciados de las masas básicas, que solo pueden vivir así debido a la explotación y esclavitud de esas masas" (revista Revolución, otoño de 1990, p. 34).

En pocas palabras, el budismo lamaísta consta de una red de instituciones sociales que surgieron de la propiedad feudal y la esclavitud de los siervos. La doctrina lamaísta justificaba esa explotación declarando que los virtuosos nacen para gobernar y los pecadores nacen para sufrir. La clase dominante del viejo Tibet sabe muy bien que existe esa conexión: para realizar sus sueños de restaurar la "libertad religiosa" y la "cultura tradicional" en Tibet, necesita algún tipo de sistema de propiedad y una forma de explotación del pueblo. En lo fundamental, el programa político de esa clase derrocada no tiene nada que ver con la liberación del pueblo.

Una vez que se reconozca su naturaleza de clase, es evidente por qué el Dalai Lama ha cambiado tantas veces su programa.

La primera gran decepción del Dalai Lama 

Cuando la clase dominante de Tibet se exilió en 1959, tenía dos esperanzas: poder seguir su vida ociosa e introspectiva en el exilio, y que alguna gran potencia la ayudara a restaurar su dominio de Tibet.
Durante la década del 60, los lamaístas exilados pensaron que el imperialismo estadounidense sería su gran salvador. Los que se instalaron en Dharamsala, una ciudad de la India, se pintaban como un gobierno en exilio al estilo occidental: adoptaron una bandera nacional, un himno y hasta una "constitución" que combinaba el gobierno de los divinos lamas con un parlamento civil. Es el mismo tipo de farsa que presentaba la contra nicaragüense adiestrada por la CIA, que aprendió a alabar la "democracia y los derechos humanos" para ganarse el apoyo y dinero de sus partidarios estadounidenses.

Pero los consentidos exilados estaban divididos, no formaban una buena fuerza de combatientes y no tenían respaldo en Tibet. Para principios de los años 70, la CIA los dejó a su suerte. Al imperialismo estadounidense nunca le interesó mucho Tibet sino como una plataforma para presionar a China. Nunca tuvo la intención de instalar en el Poder a los lamaístas en un futuro "Tibet independiente". Como los demás gobiernos del mundo, la posición oficial de Estados Unidos ha sido que Tibet era parte de China históricamente, y nunca reconoció a las fuerzas del Dalai Lama como un "gobierno-en-el-exilio".
La verdadera meta estratégica de Estados Unidos era contener la revolución maoísta y al fin y al cabo "volver a abrir" toda China a la explotación. Una vez que vio posibilidades para lograr esa meta dentro del gobierno chino, perdió interés en el corrupto y aislado ejército en el exilio.

En su autobiografía de 1990, el Dalai Lama describe los días de su conexión con la CIA a mediados de los años 60 como "un clímax en el programa de restablecimiento". Se queja amargamente de la manera en que sus patrones estadounidenses lo abandonaron. Desde esa traición la única esperanza que ha tenido el Dalai Lama para restaurarse ha sido que algún día llegue al Poder en Pekín un gobierno dispuesto a compartir el Poder con él y lo que queda de la clase dominante del viejo Tibet.

Lo que esperaba el Dalai Lama de Deng Xiaoping 

Desde el comienzo de su exilio, la vieja clase dominante de Tibet se dio cuenta de que las fuerzas derechistas asociadas con Deng Xiaoping representaban una línea muy diferente a la de las fuerzas revolucionarias asociadas con Mao Tsetung. Desde poderosas posiciones dentro del Partido Comunista de China, Deng y otros seguidores del camino capitalista se oponían a fomentar movimientos revolucionarios en Tibet. Decían que el PCCh debía compartir el Poder con la vieja clase dominante de Tibet hasta un futuro indefinido y dejar el feudalismo intacto.

Cuando Deng recuperó su posición de autoridad en abril de 1973, el Dalai Lama expresó abiertamente su deseo de regresar a Lhasa. Como decían los maoístas en ese entonces, Deng representaba el "retorno a los ritos". Al año siguiente, el Dalai Lama ordenó que los últimos de sus guerrilleros anticomunistas depusieran las armas. El golpe de estado antimaoísta en que Deng Xiaoping tomó el poder en China alegró mucho a los lamaístas. Estaban tan contentos de la muerte de Mao y el arresto de sus seguidores que regaron el rumor de que eso se había logrado gracias a las oraciones del

Dalai Lama en su ceremonia de Kalachakra de 1976. 

Desde 1960, cuando los revolucionarios maoístas comenzaron a organizar las tomas de tierras en Tibet, los exilados no habían tenido contacto con Pekín. Pero en 1977, justo después del golpe, Deng Xiaoping mandó un emisario secreto para hablar con Gyalo Thondup, hermano del Dalai Lama y agente de la CIA. Varios altos funcionarios chinos se expresaron públicamente a favor de la restauración de costumbres feudales en Tibet así como del retorno de los exilados, especialmente el Dalai Lama.

En 1977, cuando el Congreso de la Juventud Tibetana en el exilio reafirmó su apoyo a las acciones armadas contra las fuerzas del gobierno chino, el cuartel del Dalai Lama ordenó desbandar el grupo. Los lamaístas aplaudieron las "reformas" restauracionistas de fines de los años 70, cuando el gobierno de China comenzó a eliminar las comunas populares en el campo. A sus ojos, ese regreso a la propiedad privada de la tierra iba a preparar el terreno para reconstruir su vieja superestructura feudal.

Problemas con el acuerdo 

Pero los años de negociaciones entre Pekín y Dharamsala no dieron fruto. Después de 1983, los revisionistas aparentemente decidieron que podían consolidar su nuevo orden en Tibet sin llegar a un acuerdo con el Dalai Lama y su grupo de exilados. Comenzaron a llenar las ciudades de Tibet con trabajadores, técnicos y comerciantes jan. (Los jan son la nacionalidad mayoritaria de China.) Comenzaron a restaurar ciertos monasterios para construir una red de clérigos controlados por el gobierno central, no por el Dalai Lama.

En 1987 el Dalai Lama se quejó de que los revisionistas chinos "querían reducir el problema de Tibet a una discusión de mi situación personal". Los lamaístas exilados querían el derecho feudal de elegir niños jovencitos para sus monasterios y de limitar el control gubernamental sobre sus instituciones. En el libro de entrevistas Tibet, China and the World, el Dalai Lama habla de un importante obstáculo en sus discusiones con el gobierno chino: "Piensan que simplemente recitar unas mantras, hacer visitas sucesivas a los templos, prostrarse y llevar una rueda de oraciones y un rosario es suficiente para practicar la religión. Así que superficialmente hay libertad de religión. Pero los chinos simplemente no entienden que es necesario tener un maestro adecuado, estudiar a fondo y practicar seriamente en el lugar apropiado".

El Dalai Lama no se contentaba con el derecho a volver sin problemas y una libertad de religión formal para los creyentes: quería "lugares apropiados" para restaurar el estilo de vida monástico. En realidad, los lamaístas exilados querían que el gobierno central compartiera una gran parte del Poder y la riqueza de la sociedad tibetana con su vieja clase dominante feudal para poder reproducir el viejo sistema de grandes monasterios con que se cebaban de la mano de obra de las masas.

Las negociaciones no tenían nada que ver con mejorar la situación y los derechos del pueblo. Eran para restaurar el mundo privilegiado de la vieja asistocracia dominante: demandaban una tajada de la riqueza que el gobierno central le estaba extrayendo al pueblo trabajador. Por lo visto, el gobierno chino pensó que eran demandas excesivas a cambio de muy poco. Por segunda vez se estrellaron las esperanzas de restauración del Dalai Lama.

Trafica con la lucha del pueblo para lograr un acuerdo 

Cuando las negociaciones llegaron a un punto muerto, el Dalai Lama cambió urgentemente sus tácticas: decidió presionar al gobierno central manipulando las contradicciones internacionales y el creciente descontento popular en Tibet. El 21 de septiembre de 1987, el Dalai Lama presentó un "Plan de Paz para Tibet de Cinco Puntos" a una audiencia del Congreso estadounidense. La idea central era que Tibet debía convertirse en un estado amortiguador desmilitarizado entre China e India. Se imaginaba el retiro de las tropas, bases militares y las centrales nucleares chinas de la Región Autónoma del Tibet y de la mayoría de las provincias de Qinghai y Sichuan. Uno de los cinco puntos demandaba que China parara la inmigración jan a Tibet.

El plan era parecido a ciertas propuestas que los soviéticos habían hecho para crear varias "zonas de paz" en regiones dominadas por el imperialismo estadounidense. Significativamente, el Dalai Lama usó la palabra hindi (un idioma de la India) ahimsa para describir el estado amortiguador. Había estado coqueteando con la URSS y su aliado, India, y con su Plan de Cinco Puntos pretendía presionar a Estados Unidos para que presionara a China para llegar a un acuerdo.

Una semana después de su discurso sobre los Cinco Puntos, comenzó una gran rebelión nacionalista de monjes en Lhasa. El momento del levantamiento parecía más que una coincidencia. Estallaron las tensiones de una década de inmigración jan. Los rebeldes tomaron por asalto una comisaría de policía. Las tropas del gobierno mataron a centenares. Hubo otros estallidos en 1988. Para el Dalai Lama, esa lucha significaba que finalmente tenía una ficha de regateo para sus negociaciones: podía ofrecer contener el nuevo movimiento nacionalista a cambio de un buen lugarcito en el nuevo orden revisionista.

La atención internacional que atrajeron las rebeliones de Lhasa llevó a varias grandes potencias a presionar al gobierno chino para que reanudara las negociaciones con los exilados de Dharamsala. Según el historiador A. Tom Grunfeld, varios funcionarios nepaleses pensaron que el gobierno chino iba a llegar a un acuerdo con el Dalai Lama, con el fin de demostrarle a los gobiernos de Hong Kong y Taiwán que la reunificación no quería decir cederle todo el poder a Pekín.

Abandona la demanda de independencia 

El Dalai Lama corrió a ponerse en posición para realizar nuevas negociaciones con Pekín: se distanció públicamente de la violencia en Lhasa y exhortó a los tibetanos dentro y fuera de Tibet a que aceptaran un arreglo con el gobierno central. Dejando boquiabiertos a sus partidarios, abandonó públicamente la demanda de independencia y del retiro de las tropas chinas, a pesar de que eso era la principal demanda de los manifestantes en Tibet y de su propio Plan de Cinco Puntos.

Ante la reunión del Parlamento Europeo en Estrasburgo, Francia, el 18 de junio de 1988, el Dalai Lama propuso que Tibet siguiera "asociado" con el gobierno de Pekín y que las tropas de este se quedaran en Tibet durante un tiempo indefinido. Según su plan, el gobierno central controlaría la política exterior y los asuntos militares de Tibet, pero la región tendría una vida económica y cultural autónoma dirigida por un gobierno regional secular. O sea, proponía reconstruir el sistema monástico pero que los clérigos no tomarían las riendas del gobierno. Ese era el acuerdo que el Dalai Lama había esperado tantos años para negociar.

En su libro de entrevistas, el Dalai Lama pidió a sus partidarios que aceptaran ese arreglo: "En realidad buscamos un camino intermedio... En muchas ocasiones he dicho que los límites humanos siempre están cambiando. En ciertas circunstancias, he explicado que dos naciones pueden combinarse en una nación... Así que teóricamente nosotros, los tibetanos, apenas unos seis millones de habitantes, podemos sacar más beneficio uniéndonos a los mil millones de chinos que convirtiéndonos en un país independiente".
Edward Lazar, un destacado activista a favor de los lamaístas, escribe en su libro The Anguish of Tibet: "La posición oficial del gobierno-en-el-exilio y del Dalai Lama, como se reafirmó en la Declaración de Estrasburgo del 15 de junio de 1988, es llegar a un arreglo con China. La mayoría de los escritos sobre Tibet ocultan el hecho de que la meta tibetana no se define como independencia... Todos los pronunciamientos oficiales y las reuniones han evitado la palabra `independencia'.

Esa palabra no se encuentra entre los centenares de entradas del índice de la nueva autobiografía del Dalai Lama. La idea de la independencia es tan peligrosa que en ciertos círculos tibetanos se refieren a ella como la palabra que empieza con `i' ". Sin perder tiempo, el Dalai Lama nominó a un equipo de negociadores para las charlas que debían realizarse en enero de 1989 en Ginebra. Pero en la primavera de 1989 estallaron fuertes rebeliones en Lhasa y en la plaza Tienanmen y el gobierno las reprimió sanguinariamente. Tibet quedó bajo ley marcial y las charlas de Ginebra no se realizaron.

Alabando al cabecilla del nuevo gobierno genocida 

El Dalai Lama no iba a dejar de apoyar a Deng Xiaoping, el cabecilla antimaoísta del actual gobierno chino, por unas simples masacres. En su reciente autobiografía, el Dalai Lama dice que ha sido un gran admirador de Deng durante muchos años: "Hacia fines de 1978, cuando Deng Xiaoping surgió como el máximo dirigente en Pekín, el gobierno comenzó a fomentar más el desarrollo. Como líder de una facción más moderada, su ascenso parecía señalar verdadera esperanza para el futuro.

Siempre pensé que un día Deng haría grandes cosas para su país. Cuando estuve en China en 1954-5, me reuní varias veces con él y me hizo muy buena impresión. Nunca celebramos largas conversaciones pero oí decir muchas cosas buenas de él, especialmente de que era un hombre de gran capacidad y muy decisivo también. La última vez que lo vi... me dio la impresión de que era un hombre muy poderoso. Ahora empezaba a parecer que además de esas cualidades era también muy sabio". El Dalai Lama escribió eso en 1990, después de la sangrienta represión, arrestos en masa y ley marcial en Tibet y en Pekín.

Los abiertos intentos del Dalai Lama de llegar a un acuerdo con el gobierno chino agrandó las divisiones dentro de su movimiento de exilados. Lodi Gyaltsen Gyari, uno de sus principales enviados internacionales, habla de "críticos internos" que dicen que "el Dalai Lama se propone vender a Tibet". Unos tibetanos de la clase alta nacidos en el exilio y agrupados en torno al Congreso de la Juventud Tibetana se han quejado rotundamente de sus métodos. Ellos quieren separarse de China y establecer un Tibet independiente al estilo de los países neocoloniales de Occidente.

Por todo el mundo pintan a los lamaístas como verdaderos creyentes en la no violencia. Pero en sus apelaciones a los "críticos internos", el representante Gyari dice que no se opone a la violencia de por sí. En Anguish of Tibet escribe: "Se han presentado momentos en que yo también hubiera preferido luchar, pero debemos ser realistas. Hemos tenido malas experiencias y hemos sido abandonados. No quiero hablar de esto ahora; es cosa del pasado. Pero sigue viva en nuestra memoria".

Es decir, Gyari hace recordar a sus compañeros exilados la traición de la CIA en los años 60 y dice que la lección de las "malas experiencias" es que tarde o temprano los exilados deben llegar a un acuerdo con el gobierno revisionista. El Dalai Lama defiende la idea de un arreglo con un pragmatismo similar. En su entrevista de Dharamsala dice: "En nuestro caso, la violencia es más bien suicida. No tiene nada de práctico... Aunque 10.000 jóvenes exilados y cientos de miles de jóvenes en Tibet se alzaran en armas juntos, seguiría siendo muy difícil. Los chinos nos pueden aplastar fácilmente. Hasta la guerra de guerrillas es muy difícil... Pienso que podemos llegar a una especie de acuerdo que nos beneficie mutuamente".
Puede que el método del Dalai Lama no sea popular entre los tibetanos exilados, pero les interesa a muchas potencias de Occidente. Desde la masacre de Tienanmen, a estas les ha preocupado la posibilidad de que el gobierno chino reprima a los elementos de su clase dominante más amigos de Occidente. Así que desde 1989, poderosas fuerzas de la clase dominante estadounidense han estado buscando un medio para presionar al gobierno de Deng. Se decidieron en apoyar al Dalai Lama y la causa de los "derechos humanos en Tibet".

Esta vez, las potencias occidentales no quieren que los exilados formen una fuerza armada. Desde la muerte de Mao, su relación con el gobierno chino ha sido demasiado buena para eso. En vez, Estados Unidos quiere que el Dalai Lama juegue un papel público destacado para presionar a Pekín a abandonar la excesiva centralización de la economía y la política.

Para que el Dalai Lama jugara mejor su papel, las potencias occidentales le presentaron el premio Nóbel de la Paz en diciembre de 1989, lo que lo elevaba a un nuevo nivel de prestigio y legitimidad. Muchas veces cuando la gente honesta apoya el movimiento para "Tibet libre", se deja embaucar por una campaña de Washington que busca mercados rentables y mano de obra barata en China. Al gobierno estadounidense no le importa nada Tibet. Una vez más, se hace el que le importa el "problema de Tibet" y los "derechos humanos" para presionar al gobierno de China.

Está de moda, pero con pocas esperanzas 

Estos días el Dalai Lama viaja por todo el planeta demostrando el oportunismo refinado de un camaleón político: por un lado predica el misticismo a la gente espiritual (New Age) de los países occidentales, y por otro lado se presenta como un científico escéptico ante los que se basan en la ciencia natural; por un lado se viste como un ambientalista antimilitarista cuando se reúne con los verdes de Europa occidental y por otro lado se postra cínicamente ante los sanguinarios seguidores del camino capitalista de Pekín. Por un lado busca el apoyo de las fuerzas religiosas conservadoras firmando declaraciones contra el aborto, pero por otro lado da a entender que el aborto podría justificarse en algunas circunstancias, para no perder su credibilidad entre los liberales.

En mayo de 1994, el Dalai Lama incluso permitió que el gobierno estadounidense usara su influencia para reducir la presión a China: primero se reunió tras bastidores con el presidente Clinton y luego anunció en una rueda de prensa en Alemania que estaba a favor de extenderle la condición de "Nación más favorecida" a China. Pocos días más tarde, Clinton anunció que iba a hacer eso. El Dalai Lama ayudó cínicamente a Washington y a Pekín a esquivar a las fuerzas que demandaban restricciones comerciales para presionar a China.

Tales maniobras e intrigas le han ganado fama sin precedentes al Dalai Lama. Hasta está de moda en ciertos círculos. Pero, irónicamente, se está ganando esa atención internacional al mismo tiempo que su base de apoyo en el exilio se va a pique. La comunidad exilada está perdiendo su coherencia y el Dalai Lama está perdiendo su poder sobre ella. La mayoría de los exilados tibetanos se han establecido en sus nuevos países. Solo la vieja generación recuerda Tibet. La mayoría de los exilados no tienen ganas de volver. Muchos desdeñan abiertamente las viejas costumbres tibetanas.

Con el tiempo van quedando muy pocos fondos de apoyo internacional. Eso mina el poder político del Dalai Lama que siempre dependía de dinero del extranjero. Una de las actividades internacionales más importantes del Dalai Lama es pedir dinero para su séquito. Además, las posibilidades de negociar una restauración lamaísta en Tibet siguen siendo casi nulas. Después del golpe de 1976 se restauró la explotación de clases, pero en una nueva forma que combina la agricultura semifeudal con el capitalismo de estado. Unos observadores dicen que el Dalai Lama goza de popularidad en Tibet como un símbolo contra el gobierno, pero no hay indicaciones de que las masas tibetanas apoyen su programa político.
La única verdadera esperanza del Dalai Lama es que China comience a desmoronarse con la muerte de Deng--como pasó en la URSS después de Gorbachov--y que los dirigentes de Pekín y Washington lleguen a decidir que les conviene restaurar al Dalai Lama para mantener su dominación sobre las partes más explotables de China. No hay mucho chance de eso.

Se acaba el tiempo para los sueños terrenales del Dalai Lama en Tibet. No es razón para llorar.

¡¡Liberen al Tíbet!!

En marzo de 1959 el XIV Dalai Lama salió huyendo del Tíbet tras fracasar en la organización de una revuelta popular contra los chinos. Ningún evento ha servido más al líder religioso para la promoción de su fe desde la nueva capital del budismo: Nueva York. Ahora se conmemora el 50 aniversario de esa héjira. Es por eso que el gobierno chino canceló las visas para visitar Lhasa hasta nuevo aviso, ante la amenaza de ver a miles de occidentales en la capital budista luchando por causas que desconocen.

¡Liberen al Tíbet! Manifestantes de todas partes del mundo occidental gritan esta proclama, la ponen en calcomanías, carteles y camisetas; repiten la arenga sin conocer la historia. Hay grupos de jóvenes dedicados a esa causa, encantados, no con la cultura lamaísta, sino con la imagen que su jefe de relaciones públicas ha creado; la gente medita y va a retiros budistas. Todos piden la libertad del Tíbet, pero casi todos ignoran que Tíbet no es libre desde hace siglos y su pueblo vivía en el sometimiento cientos de años antes de la llegada de los chinos.

La inmensa mayoría de los “liberenaltibetenses” no son tibetanos y no viven en oriente. Occidente está encantado con la fantasía del Tíbet, pero es sólo eso, una fantasía; la idea de ese idílico lugar donde todo es paz y meditación, convivencia en armonía de una comunidad agraria en alineación con el cosmos y en busca de una elevación espiritual guiada por los lamas. Nada más lejos de la verdad, Tíbet ha sido una dictadura teocrática, totalitaria y abusadora desde hace unos 700 años.

Nuestro lado del mundo se enteró de la existencia de Tíbet cuando fue invadido por China en 1950 y todavía más cuando en 1959 el XIV Dalai Lama, el actual, salió huyendo de su país disfrazado de soldado británico del siglo XIX. En China había triunfado la revolución comunista de Mao y una de sus primeras acciones fue, recuperar (no anexar) el territorio de los lamas. Bajo el precepto de que la religión es el opio de los pueblos y que a lo largo de la historia ha servido para someter, el discurso maoísta señalaba que las tropas chinas ocupaban la zona para liberar al pueblo del sometimiento del los lamas; faltó agregar entre paréntesis: (y ponerlos bajo el nuestro).

Desde entonces el Dalai Lama ha hecho su campaña mundial de promoción del budismo tibetano y de la liberación de su territorio; el argumento es idéntico, liberar al pueblo del sometimiento de los chinos, le falta agregar sus paréntesis: (y ponerlo bajo el mío). Porque precisamente lo que ignoran todos los predicadores de la libertad tibetana, es que el sometimiento de ese pueblo surgió precisamente cuando comenzó la tradición de los Dalai Lamas. Así es que antes de seguir con el griterío libertario, conozcamos un poco de la historia.

Poco se sabe de la historia de Tíbet antes del siglo VII debido a su aislamiento en una meseta a más de 4 mil metros de altura y rodeada por montañas superiores a los 7 mil. Desde esa época el budismo era la religión y los monjes los amos; la tierra era poseída por los religiosos y nobles, por voluntad de Dios al estilo de la Europa medieval. Feudalismo servil, desde el siglo VII hasta 1930.

La corrupción del budismo 

Sidarta Gautama, el original Buda, planteó sus enseñanzas 500 años antes de nuestra era; para ayudar a los seres humanos a eliminar los sufrimientos y alcanzar la felicidad. Es importante decir que su doctrina era ateísta y fue planteada en contra, específicamente del hinduismo y en términos generales, de los sistemas religiosos que servían para alienar y someter a las personas.

Buda predicó contra las religiones establecidas, los dogmas, la especulación metafísica, los misterios religiosos, las jerarquías y todo sistema de sumisión. Por encima de todo, dejó claro su carácter totalmente humano; no se consideraba una divinidad, sólo un maestro. No obstante, en el Tíbet tomó el poder una estructura religiosa budista que viola todos estos principios y hace todo lo que Sidarta criticaba: tienen una religión dogmática, especulativa, con misterios, jerarquías y que se convirtió en un sistema sometedor en manos de un dictador religioso: el Dalai Lama.

Fue en el siglo XVI cuando se inventó la leyenda del Dalai Lama, el poder recaía ya entonces en un líder budista, Sonan Gyatso, quien pretendía ser la tercera reencarnación de Gendun Drupa; una maestro iluminado del siglo anterior, quien liberado de la rueda de la reencarnación, decidió volver voluntariamente para permanecer con su pueblo. Él fue el primero en ostentar el título de Dalai Lama (océano inmenso de sabiduría), pero se consideró como el tercero para respetar a las dos reencarnaciones anteriores.

Desde ese momento la religión se convirtió en instrumento de opresión sobre un pueblo campesino y pobre que trabajaba la tierra, propiedad de los lamas, y vivían en el nivel mínimo de subsistencia. La admirada ciudad prohibida de Lhasa y su gran palacio de Potala fueron construidos por un pueblo prácticamente esclavo, que subsistía a base de arroz mientras sus líderes espirituales vivían en el para entonces, y tal vez hasta ahora, palacio más grande del mundo. La única imagen que los libertarios suelen conocer de Lhasa es precisamente esa, todo lo demás eran chozas y sembradíos.

Desde el siglo XIX la zona estuvo en disputa entre mongoles, rusos, británicos y chinos. Desde 1906 un acuerdo multinacional aceptó la soberanía de China sobre Tíbet, mucho antes de la aparición de Mao, y en 1911 el XIII Dalai Lama huyó a Mongolia. Ese mismo año comenzó en China una etapa de guerras civiles, revoluciones e invasiones japonesas que no cesaron hasta 1949, con el triunfo de Mao y su revolución; durante ese periodo el Tíbet gozó en la práctica de un autogobierno; pero una vez estable, el gobierno comunista decidió recuperar el territorio.

El XIV Dalai Lama asumió el poder en 1950, justo cuando llegaron las tropas de ocupación chinas; en 1951, representantes de su gobierno firmaron un acuerdo con el gobierno comunista para la administración conjunta del Tíbet. Este sistema, donde los lamas seguían ejerciendo la autoridad, duró hasta que en 1959 el Dalai Lama huyó a India, donde solicitó permiso de establecer un gobierno en el exilio y comenzó su campaña de rebelión contra China. La parte interesante: detrás de esto estaba la CIA, con su obstinado interés de evitar la expansión del comunismo.

Los tibetanos de hoy tienen representación política en la Asamblea Nacional Popular de China, agua potable y drenaje; luz, teléfono, gas, carreteras y próximamente un tren bala que unirá Lhasa y Beijing en 3 horas. Tienen casas, educación y salud; nada de eso poseían bajo el régimen lamaísta. La principal razón que tiene el Dalai Lama de oponerse al sometimiento de China sobre el Tíbet, es que el país debería estar sometido por él, como venía sucediendo desde el siglo XVI.

Hoy, la región autónoma tiene derecho incluso a profesar su fe, y seguir sus tradiciones; los lamas se pueden dedicar a sus oraciones, la única condición es que produzcan; pero como lo que ellos producen son oraciones; el pueblo debe trabajar más para cubrir la parte de sus guías espirituales. Los tibetanos de hoy viven bajo el poder comunista chino, pero no por ello dejan de tener el sometimiento religioso lamaísta.

El movimiento de liberación del Tíbet comenzó desde la huída de su líder y hoy publirrelacionista el Dalai Lama. Nadie reconoció entonces a Tíbet y ninguna nación reconoce hoy a su gobierno exiliado; no fue noticia importante entonces y no lo era hasta las olimpiadas de Beijing. Siempre se ha sabido la situación de Tíbet, sólo ahora que hay imágenes le importa a los medios. Cuando deje de producir raitting la noticia desaparecerá. No puedo estar más de acuerdo en una cosa; ¡Liberen al Tíbet!, libérenlo de los chinos si se quiere, pero libérenlo también de sus dictadores ancestrales: los lamas

 
 

Die Dalai Lamas

»Die Dalai Lamas werden von ihren Anhängern als fortgeschrittene Mahayana Bodhisattvas angesehen, mitfühlende Wesen, die sozusagen ihren eigenen Eintritt in das Nirvana zurückgestellt haben, um der leidenden Menschheit zu helfen. Sie sind demnach auf einem guten Wege zur Buddhaschaft, sie entwickeln Perfektion in ihrer Weisheit und ihrem Mitgefühl zum Wohle aller Wesen. Dies rechtertigt, in Form einer Doktrin, die soziopolitische Mitwirkung der Dalai Lamas, als Ausdruck des mitfühlenden Wunsches eines Bodhisattvas, anderen zu helfen.«

?Hier sollten wir zwei Dinge feststellen, die der Dalai Lama nicht ist: Erstens, er ist nicht in einem einfachen Sinne ein ?Gott-König?. Er mag eine Art König sein, aber er ist kein Gott für den Buddhismus. Zweitens, ist der Dalai Lama nicht das ?Oberhaupt des Tibetischen Buddhismus? als Ganzes. Es gibt zahlreiche Traditionen im Buddhismus. Manche haben ein Oberhaupt benannt, andere nicht. Auch innerhalb Tibets gibt es mehrere Traditionen. Das Oberhaupt der Geluk Tradition ist der Abt des Ganden Klosters, als Nachfolger von Tsong kha pa, dem Begründer der Geluk Tradition im vierzehnten/fünfzehnten Jahrhundert.«

Paul Williams, »Dalai Lama«, in
Clarke, P. B., Encyclopedia of New Religious Movements
(New York: Routledge, 2006), S. 136.

Regierungsverantwortung
der Dalai Lamas

?Nur wenige der 14 Dalai Lamas regierten Tibet und wenn, dann meist nur für einige wenige Jahre.?

(Brauen 2005:6)

»In der Realität dürften insgesamt kaum mehr als fünfundvierzig Jahre der uneingeschränkten Regierungsgewalt der Dalai Lamas zusammenkommen. Die Dalai Lamas sechs und neun bis zwölf regierten gar nicht, die letzten vier, weil keiner von ihnen das regierungsfähige Alter erreichte. Der siebte Dalai Lama regierte uneingeschränkt nur drei Jahre und der achte überhaupt nur widerwillig und auch das phasenweise nicht allein. Lediglich der fünfte und der dreizehnte Dalai Lama können eine nennenswerte Regieruagsbeteiligung oder Alleinregierung vorweisen. Zwischen 1750 und 1950 gab es nur achtunddreißig Jahre, in denen kein Regent regierte!«

Jan-Ulrich Sobisch,
Lamakratie - Das Scheitern einer Regierungsform (PDF), S. 182,
Universität Hamburg

Der Fünfte Dalai Lama,
Ngawang Lobsang Gyatso

Der Fünfte Dalai Lama, Ngawang Lobsang Gyatso

?Der fünfte Dalai Lama, der in der tibetischen Geschichte einfach ?Der Gro?e Fünfte? genannt wird, ist bekannt als der Führer, dem es 1642 gelang, Tibet nach einem grausamen Bürgerkrieg zu vereinigen. Die ?ra des fünften Dalai Lama (in etwa von seiner Einsetzung als Herrscher von Tibet bis zum Beginn des 18. Jahrhunderts, als seiner Regierung die Kontrolle über das Land zu entgleiten begann) gilt als pr?gender Zeitabschnitt bei der Herausbildung einer nationalen tibetischen Identit?t - eine Identit?t, die sich im Wesentlichen auf den Dalai Lama, den Potala-Palast der Dalai Lamas und die heiligen Tempel von Lhasa stützt. In dieser Zeit wandelte sich der Dalai Lama von einer Reinkarnation unter vielen, wie sie mit den verschiedenen buddhistischen Schulen assoziiert waren, zum wichtigsten Beschützer seines Landes. So bemerkte 1646 ein Schriftsteller, dass dank der guten Werke des fünften Dalai Lama ganz Tibet jetzt ?unter dem wohlwollenden Schutz eines wei?en Sonnenschirms zentriert? sei; und 1698 konstatierte ein anderer Schriftsteller, die Regierung des Dalai Lama diene dem Wohl Tibets ganz so wie ein Bodhisattva - der heilige Held des Mahayana Buddhismus - dem Wohl der gesamten Menschheit diene.?

Kurtis R. Schaeffer, »Der Fünfte Dalai Lama Ngawang Lobsang Gyatso«, in
DIE DALAI LAMAS: Tibets Reinkarnation des Bodhisattva Avalokite?vara,
ARNOLDSCHE Art Publishers,
Martin Brauen (Hrsg.), 2005, S. 65

Der Fünfte Dalai Lama:
Beurteilungen seiner Herrschaft I

?Gem?? der meisten Quellen war der [5.] Dalai Lama nach den Ma?st?ben seiner Zeit ein recht toleranter und gütiger Herrscher.?

Paul Williams, »Dalai Lama«, in
(Clarke, 2006, S. 136)

?Rückblickend erscheint Lobsang Gyatso, der ?Gro?e Fünfte?, dem Betrachter als überragende, allerdings auch als widersprüchliche Gestalt.?

Karl-Heinz Golzio / Pietro Bandini,
»Die vierzehn Wiedergeburten des Dalai Lama«,
O.W. Barth Verlag, 1997, S. 118

»Einmal an der Macht, zeigte er den anderen Schulen gegenüber beträchtliche Großzügigkeit. […] Ngawang Lobsang Gyatso wird von den Tibetern der ›Große Fünfte‹ genannt, und ohne jeden Zweifel war er ein ungewöhnlich kluger, willensstarker und doch gleichzeitig großmütiger Herrscher.«

Per Kvaerne, »Aufstieg und Untergang einer klösterlichen Tradition«, in:
Berchert, Heinz; Gombrich, Richard (Hrsg.):
»Der Buddhismus. Geschichte und Gegenwart«,
München 2000, S. 320

Der Fünfte Dalai Lama:
Beurteilungen seiner Herrschaft II

?Viele Tibeter gedenken insbesondere des V. Dalai Lama bis heute mit tiefer Ehrfurcht, die nicht allein religi?s, sondern mehr noch patriotisch begründet ist: Durch gro?es diplomatisches Geschick, allerdings auch durch nicht immer skrupul?sen Einsatz machtpolitischer und selbst milit?rischer Mittel gelang es Ngawang Lobzang Gyatso, dem ?Gro?en Fünften?, Tibet nach Jahrhunderten des Niedergangs wieder zu einen und in den Rang einer bedeutenden Regionalmacht zurückzuführen. Als erster Dalai Lama wurde er auch zum weltlichen Herrscher Tibets proklamiert. Unter seiner ?gide errang der Gelugpa-Orden endgültig die Vorherrschaft über die rivalisierenden lamaistischen Schulen, die teilweise durch blutigen Bürgerkrieg und inquisitorische Verfolgung unterworfen oder au?er Landes getrieben wurden.

Jedoch kehrte der Dalai Lama in seiner zweiten Lebenshälfte, nach Festigung seiner Macht und des tibetischen Staates, zu einer Politik der Mäßigung und Toleranz zurück, die seinem Charakter eher entsprach als die drastischen Maßnahmen, durch die er zur Herrschaft gelangte. Denn Ngawang Lobzang Gyatso war nicht nur ein Machtpolitiker und überragender Staatsmann, sondern ebenso ein spiritueller Meister mit ausgeprägter Neigung zu tantrischer Magie und lebhaftem Interesse auch an den Lehren andere lamaistischer Orden. Zeitlebens empfing er, wie die meisten seiner Vorgänger, gebieterische Gesichte, die er gegen Ende seines Lebens in seinen ›Geheimen Visionen‹ niederlegte.«

(Golzio, Bandini 1997: 95)

Der Dreizehnte Dalai Lama,
Thubten Gyatso

Der Dreizehnte Dalai Lama, Thubten Gyatso

?Ein anderer, besonders wichtiger Dalai Lama war der Dreizehnte (1876-1933). Als starker Herrscher versuchte er, im Allgemeinen ohne Erfolg, Tibet zu modernisieren. ?Der gro?e Dreizehnte? nutzte den Vorteil des schwindenden Einflusses China im 1911 beginnenden Kollaps dessen Monarchie, um faktisch der vollst?ndigen nationalen Unabh?ngigkeit Tibets von China Geltung zu verschaffen. Ein Fakt, den die Tibeter von jeher als Tatsache erachtet haben.?

Paul Williams, »Dalai Lama«, in
(Clarke, 2006, S. 137)

?Manche m?gen sich vielleicht fragen, wie die Herrschaft des Dalai Lama im Vergleich mit europ?ischen oder amerikanischen Regierungschefs einzusch?tzen ist. Doch ein solcher Vergleich w?re nicht gerecht, es sei denn, man geht mehrere hundert Jahre in der europ?ischen Geschichte zurück, als Europa sich in demselben Zustand feudaler Herrschaft befand, wie es in Tibet heutzutage der Fall ist. Ganz sicher w?ren die Tibeter nicht glücklich, wenn sie auf dieselbe Art regiert würden wie die Menschen in England; und man kann wahrscheinlich zu Recht behaupten, dass sie im Gro?en und Ganzen glücklicher sind als die V?lker Europas oder Amerikas unter ihren Regierungen. Mit der Zeit werden gro?e Ver?nderungen kommen; aber wenn sie nicht langsam vonstatten gehen und die Menschen nicht bereit sind, sich anzupassen, dann werden sie gro?e Unzufriedenheit verursachen. Unterdessen l?uft die allgemeine Verwaltung Tibets in geordneteren Bahnen als die Verwaltung Chinas; der tibetische Lebensstandard ist h?her als der chinesische oder indische; und der Status der Frauen ist in Tibet besser als in beiden genannten L?ndern.?

Sir Charles Bell, »Der Große Dreizehnte:
Das unbekannte Leben des XIII. Dalai Lama von Tibet«,
Bastei Lübbe, 2005, S. 546

Der Dreizehnte Dalai Lama:
Beurteilungen seiner Herrschaft

?War der Dalai Lama im Gro?en und Ganzen ein guter Herrscher? Dies k?nnen wir mit Sicherheit bejahen, auf der geistlichen ebenso wie auf der weltlichen Seite. Was erstere betrifft, so hatte er die komplizierte Struktur des tibetischen Buddhismus schon als kleiner Junge mit ungeheurem Eifer studiert und eine au?ergew?hnliche Gelehrsamkeit erreicht. Er verlangte eine strengere Befolgung der m?nchischen Regeln, veranlasste die M?nche, ihren Studien weiter nachzugehen, bek?mpfte die Gier, Faulheit und Korruption unter ihnen und verminderte ihren Einfluss auf die Politik. So weit wie m?glich kümmerte er sich um die zahllosen religi?sen Bauwerke. In summa ist ganz sicher festzuhalten, dass er die Spiritualit?t des tibetischen Buddhismus vergr??ert hat.

Auf der weltlichen Seite stärkte er Recht und Gesetz, trat in engere Verbindung mit dem Volk, führte humanere Grundsätze in Verwaltung und Justiz ein und, wie oben bereits gesagt, verringerte die klösterliche Vorherrschaft in weltlichen Angelegenheiten. In der Hoffnung, damit einer chinesischen Invasion vorbeugen zu können, baute er gegen den Widerstand der Klöster eine Armee auf; vor seiner Herrschaft gab es praktisch keine Armee. In Anbetracht der sehr angespannten tibetischen Staatsfinanzen, des intensiven Widerstands der Klöster und anderer Schwierigkeiten hätte er kaum weiter gehen können, als er es tat.

Im Verlauf seiner Regierung beendete der Dalai Lama die chinesische Vorherrschaft in dem großen Teil Tibets, den er beherrschte, indem er chinesische Soldaten und Beamte daraus verbannte. Dieser Teil Tibets wurde zu einem vollkommen unabhängigen Königreich und blieb dies auch während der letzten 20 Jahre seines Lebens.«

Sir Charles Bell in (Bell 2005: 546-47)

Der Vierzehnte Dalai Lama,
Tenzin Gyatso

Der Vierzehnte Dalai Lama, Tenzin Gyatso

?Der jetzige vierzehnte Dalai Lama (Tenzin Gyatso) wurde 1935 geboren. Die Chinesen besetzten Tibet in den frühen 1950er Jahren, der Dalai Lama verlie? Tibet 1959. Er lebt jetzt als Flüchtling in Dharamsala, Nordindien, wo er der Tibetischen Regierung im Exil vorsteht. Als gelehrte und charismatische Pers?nlichkeit, hat er aktiv die Unabh?ngigkeit seines Landes von China vertreten. Durch seine h?ufigen Reisen, Belehrungen und Bücher macht er den Buddhismus bekannt, engagiert sich für den Weltfrieden sowie für die Erforschung von Buddhismus und Wissenschaft. Als Anwalt einer ?universellen Verantwortung und eines guten Herzens?, erhielt er den Nobelpreis im Jahre 1989.?

Paul Williams, »Dalai Lama«, in
(Clarke, 2006, S. 137)

Moralische Legitimation
der Herrschaft Geistlicher

Für Sobisch ist die moralische Legitimation der Herrschaft Geistlicher ?außerordentlich zweifelhaft?. Er konstatiert:

?Es zeigte sich auch in Tibet, da? moralische Integrit?t nicht automatisch mit der Zugeh?rigkeit zu einer Gruppe von Menschen erlangt wird, sondern allein auf pers?nlichen Entscheidungen basiert. Vielleicht sind es ?hnliche überlegungen gewesen, die den derzeitigen, vierzehnten Dalai Lama dazu bewogen haben, mehrmals unmi?verst?ndlich zu erkl?ren, da? er bei einer Rückkehr in ein freies Tibet kein politische Amt mehr übernehmen werde. Dies ist, so meine ich, keine schlechte Nachricht. Denn dieser Dalai Lama hat bewiesen, da? man auch ohne ein international anerkanntes politisches Amt inne zu haben durch ein glaubhaft an ethischen Grunds?tzen ausgerichtetes beharrliches Wirken einen enormen Einfluss in der Welt ausüben kann.?

Jan-Ulrich Sobisch,
Lamakratie - Das Scheitern einer Regierungsform (PDF), S. 190,
Universität Hamburg