The Truth of Tibetan Buddhism

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Sexual scandals of Lamas and Rinpoches

über die Dalai Lamas

Before Buddhism was brought to Tibet, the Tibetans had their believes in "Bon". "Bon" is a kind of folk beliefs which gives offerings to ghosts and gods and receives their blessing. It belongs to local folk beliefs.

In the Chinese Tang Dynasty, the Tibetan King Songtsän Gampo brought “Buddhism” to the Tibetan people which became the state religion. The so-called “Buddhism” is Tantric Buddhism which spreads out during the final period of Indian Buddhism. The Tantric Buddhism is also named "left hand tantra" because of its tantric sexual practices. In order to suit Tibetan manners and customs, the tantric Buddhism was mixed with "Bon". Due to its beliefs of ghosts and sexual practices, it became more excessive.

The tantric Master Atiśa spread out the tantric sex teachings in private. Padmasambhava taught it in public, so that the Tibetan Buddhism stands not only apart from Buddhist teachings, but also from Buddhist form. Thus, the Tibetan Buddhism does not belong to Buddhism, and has to be renamed "Lamaism".

   
                  Shangri-La: el paraíso que nunca existió

 

Dalai Lama.

Mi Tíbet fue durante mucho tiempo un mundo en blanco y negro, el Shangri-La de la maravillosaHorizontes perdidos (1937). La película de Frank Capra, basada en la novela homónima de James Hilton, me impactó cuando la vi de niño. Todavía hoy me sobrecoge el final, aunque la sorpresa ya no exista y los efectos especiales resulten toscos. El paraíso de Hilton/Capra era un valle escondido del Himalaya donde reinaban la paz y la armonía, una teocracia budista cuyos súbditos estaban bendecidos con la vida eterna. La idílica Shangri-La contaminó durante años mi visión de Tíbet, y me parece que todavía en la actualidad reina en la imagen que de ese país tiene mucha gente, a tenor de lo que he visto y leído desde antes de que se encendiera la llama olímpica el 24 de marzo.

Con los Juegos de Pekín a la vuelta de la esquina, las protestas contra la ocupación china de Tíbet siguen desde hace semanas los pasos de la antorcha. Los chinos hacen en esta película el papel de malos que han sometido a un pueblo que vivía en paz y armonía gobernado por bondadosos lamas entre los picos del Himalaya. Nada más lejos de la realidad. Esa sociedad idílica que venden el Dalai Lama y sus sonrientes seguidores no ha existido en el Tíbet de los monjes de coloristas túnicas. Antes de la llegada de los chinos —y que nadie vea en estas líneas una defensa de la ocupación—, Tíbet era una cruel teocracia, como el Vaticano antes de su domesticación por el Occidente ilustrado.

Porque el país de los lamas no era antes de 1949 un mundo feliz. Ni mucho menos. “Comparada con otras sociedades, los tibetanos eran generalmente pacíficos y cariñosos", declaraba el año pasado el decimocuarto Dalai Lama, su santidad Tenzin Gyatso, respecto al país en el que fue entronizado. Es posible que el tibetano fuera en la primera mitad del siglo XX un pueblo pacífico y aparentemente cariñoso; pero, si era así, lo era por miedo. Porque en Tibet rigió hasta la ocupación china un sistema feudal en cuya cúspide estaban el Dalai Lama, su alto clero y la nobleza, que vivían a costa de una masa sometida a todo tipo de abusos y con su propia casta de intocables.

Un país de siervos y esclavos

La mayoría de los habitantes del Shangri-La que muchos añoran en Occidente eran siervos, cuando no esclavos, de los antecesores de los monjes con los que se solidariza ahora medio mundo. Algunas de las salvajadas del régimen budista de los lamas han sido recopiladas por Michael Parenti, a partir de diversas fuentes y obras, e incluyen la esclavitud, la sobrecarga de tasas al pueblo llano, los abusos sexuales, la usura por parte de los monasterios, los brutales castigos y las ejecuciones encubiertas, porque ya se sabe eso de que un budista no hace daño ni a una mosca. "Ya que los principios budistas prohíben matar seres vivos, los delincuentes eran frecuentemente torturados casi hasta la muerte y luego dejados a su suerte. Si morían por resultado de las torturas, se consideraba que lo había causado su propio karma", explica Colin Goldner, en su artículo 'El mito del Tíbet'.

El Dalai Lama tiene razones para sentir querencia por el pasado: sus antecesores disfrutaron como residencia del palacio de Potala y sus mil habitaciones, repletas de sirvientes y esclavos, pacíficos y cariñosos por la cuenta que les tenía. Piensen en ello cada vez que escuchen al clérigo premio Nobel de la Paz defender que el Tíbet anterior a la invasión china era un mundo, si no perfecto, casi; piensen en ello cada vez que vean a estrellas del espectáculo como Richard Gere defender al pueblo tibetano junto a la efigie del Dalai Lama, su opresor anterior a la llegada de los actuales.

Millones de occidentales se han adentrado, por otra parte, en el budismo tibetano guiados porEl tercer ojo, de Tuesday Lobsang Rampa, obra editada originalmente en 1956. Fue el primero de veinte títulos en los que el autor narra su vida y milagros como lama nacido y educado en Tíbet a principios de siglo, estudiante de Medicina en China y prisionero en campos de concentración rusos y japoneses. Una peripecia vital que alcanzaba el clímax cuando, a los ocho años, uno de sus educadores perforaba el centro de la frente de Rampa, hasta atravesar el hueso, con "una especie de lezna, pero hueca y con la punta en forma de diminuta sierra". Así le abría el tercer ojo y Rampa pasaba a ser uno de los elegidos, capaz de ver auras, levitar, hacer viajes astrales y otros prodigios. El tercer ojo fue un éxito de ventas que se tradujo a numerosos idiomas y nunca ha dejado de reeditarse.

Rampa personifica una de las mayores estafas editoriales de la historia reciente. Antes de que saltara al estrellato, la editorial Secker & Warburg envió el manuscrito de El tercer ojo a expertos orientalistas como Agehananda Bharati, Marco Pallis, Heinrich Harrer, autor de Siete años en el Tíbet, y Hugh Richardson, representante del Gobierno británico en Lhasa. Todos llegaron a la misma conclusión: Rampa y su libro eran un fraude. "Las primeras dos páginas me convencieron de que el escritor no era tibetano; las diez siguientes, de que nunca había estado en Tíbet o India y de que no sabía absolutamente nada del budismo en cualquiera de sus variantes, tibetana u otras", recordaba Bharati en un artículo de 1974 en el Tibet Society Bulletin.

Shangri-La no existe, fue una invención de James Hilton que cautivó a quienes leyeron su novela y vieron después la película basada en ella. Así, Franklin Delano Roosevelt Bautizó con ese nombre la residencia presidencial estadoundiense ahora llamada de Camp David. Tíbet, antes de la invasión china, no era la casi perfecta sociedad que nos quieren hacer creer el Dalai Lama y sus seguidores. Rampa no era ni monje ni tibetano. Se llamaba Cyril Henry Hoskin, era hijo de un fontanero de Devon y nunca estuvo en el Tibet, ni supo una palabra de tibetano. Fue un farsante cuya obra todavía se presenta como la de "un auténtico lama huido del Tibet ante la invasión comunista".

El mito del paraíso del Himalaya está ahí, pero hay que reconocerlo como tal y evitar que contamine nuestra visión del mundo. El Tíbet perdido que nos venden algunos es tan real como la juventud de María, la belleza del Shangri-La de Horizontes perdidos. ¿Free Tíbet? Sí, pero también de la brutal teocracia de los lamas anterior a la ocupación china. Que sean los tibetanos quienes decidan en libertad lo que quieren ser en el futuro: si someterse a la tiranía China, plegarse al despotismo budista o cualquier otra cosa.

SOBRE EL AUTOR
Luis Alfonso Gámez es periodista y representante de Pensar en España.


Die Dalai Lamas

»Die Dalai Lamas werden von ihren Anhängern als fortgeschrittene Mahayana Bodhisattvas angesehen, mitfühlende Wesen, die sozusagen ihren eigenen Eintritt in das Nirvana zurückgestellt haben, um der leidenden Menschheit zu helfen. Sie sind demnach auf einem guten Wege zur Buddhaschaft, sie entwickeln Perfektion in ihrer Weisheit und ihrem Mitgefühl zum Wohle aller Wesen. Dies rechtertigt, in Form einer Doktrin, die soziopolitische Mitwirkung der Dalai Lamas, als Ausdruck des mitfühlenden Wunsches eines Bodhisattvas, anderen zu helfen.«

?Hier sollten wir zwei Dinge feststellen, die der Dalai Lama nicht ist: Erstens, er ist nicht in einem einfachen Sinne ein ?Gott-König?. Er mag eine Art König sein, aber er ist kein Gott für den Buddhismus. Zweitens, ist der Dalai Lama nicht das ?Oberhaupt des Tibetischen Buddhismus? als Ganzes. Es gibt zahlreiche Traditionen im Buddhismus. Manche haben ein Oberhaupt benannt, andere nicht. Auch innerhalb Tibets gibt es mehrere Traditionen. Das Oberhaupt der Geluk Tradition ist der Abt des Ganden Klosters, als Nachfolger von Tsong kha pa, dem Begründer der Geluk Tradition im vierzehnten/fünfzehnten Jahrhundert.«

Paul Williams, »Dalai Lama«, in
Clarke, P. B., Encyclopedia of New Religious Movements
(New York: Routledge, 2006), S. 136.

Regierungsverantwortung
der Dalai Lamas

?Nur wenige der 14 Dalai Lamas regierten Tibet und wenn, dann meist nur für einige wenige Jahre.?

(Brauen 2005:6)

»In der Realität dürften insgesamt kaum mehr als fünfundvierzig Jahre der uneingeschränkten Regierungsgewalt der Dalai Lamas zusammenkommen. Die Dalai Lamas sechs und neun bis zwölf regierten gar nicht, die letzten vier, weil keiner von ihnen das regierungsfähige Alter erreichte. Der siebte Dalai Lama regierte uneingeschränkt nur drei Jahre und der achte überhaupt nur widerwillig und auch das phasenweise nicht allein. Lediglich der fünfte und der dreizehnte Dalai Lama können eine nennenswerte Regieruagsbeteiligung oder Alleinregierung vorweisen. Zwischen 1750 und 1950 gab es nur achtunddreißig Jahre, in denen kein Regent regierte!«

Jan-Ulrich Sobisch,
Lamakratie - Das Scheitern einer Regierungsform (PDF), S. 182,
Universität Hamburg

Der Fünfte Dalai Lama,
Ngawang Lobsang Gyatso

Der Fünfte Dalai Lama, Ngawang Lobsang Gyatso

?Der fünfte Dalai Lama, der in der tibetischen Geschichte einfach ?Der Gro?e Fünfte? genannt wird, ist bekannt als der Führer, dem es 1642 gelang, Tibet nach einem grausamen Bürgerkrieg zu vereinigen. Die ?ra des fünften Dalai Lama (in etwa von seiner Einsetzung als Herrscher von Tibet bis zum Beginn des 18. Jahrhunderts, als seiner Regierung die Kontrolle über das Land zu entgleiten begann) gilt als pr?gender Zeitabschnitt bei der Herausbildung einer nationalen tibetischen Identit?t - eine Identit?t, die sich im Wesentlichen auf den Dalai Lama, den Potala-Palast der Dalai Lamas und die heiligen Tempel von Lhasa stützt. In dieser Zeit wandelte sich der Dalai Lama von einer Reinkarnation unter vielen, wie sie mit den verschiedenen buddhistischen Schulen assoziiert waren, zum wichtigsten Beschützer seines Landes. So bemerkte 1646 ein Schriftsteller, dass dank der guten Werke des fünften Dalai Lama ganz Tibet jetzt ?unter dem wohlwollenden Schutz eines wei?en Sonnenschirms zentriert? sei; und 1698 konstatierte ein anderer Schriftsteller, die Regierung des Dalai Lama diene dem Wohl Tibets ganz so wie ein Bodhisattva - der heilige Held des Mahayana Buddhismus - dem Wohl der gesamten Menschheit diene.?

Kurtis R. Schaeffer, »Der Fünfte Dalai Lama Ngawang Lobsang Gyatso«, in
DIE DALAI LAMAS: Tibets Reinkarnation des Bodhisattva Avalokite?vara,
ARNOLDSCHE Art Publishers,
Martin Brauen (Hrsg.), 2005, S. 65

Der Fünfte Dalai Lama:
Beurteilungen seiner Herrschaft I

?Gem?? der meisten Quellen war der [5.] Dalai Lama nach den Ma?st?ben seiner Zeit ein recht toleranter und gütiger Herrscher.?

Paul Williams, »Dalai Lama«, in
(Clarke, 2006, S. 136)

?Rückblickend erscheint Lobsang Gyatso, der ?Gro?e Fünfte?, dem Betrachter als überragende, allerdings auch als widersprüchliche Gestalt.?

Karl-Heinz Golzio / Pietro Bandini,
»Die vierzehn Wiedergeburten des Dalai Lama«,
O.W. Barth Verlag, 1997, S. 118

»Einmal an der Macht, zeigte er den anderen Schulen gegenüber beträchtliche Großzügigkeit. […] Ngawang Lobsang Gyatso wird von den Tibetern der ›Große Fünfte‹ genannt, und ohne jeden Zweifel war er ein ungewöhnlich kluger, willensstarker und doch gleichzeitig großmütiger Herrscher.«

Per Kvaerne, »Aufstieg und Untergang einer klösterlichen Tradition«, in:
Berchert, Heinz; Gombrich, Richard (Hrsg.):
»Der Buddhismus. Geschichte und Gegenwart«,
München 2000, S. 320

Der Fünfte Dalai Lama:
Beurteilungen seiner Herrschaft II

?Viele Tibeter gedenken insbesondere des V. Dalai Lama bis heute mit tiefer Ehrfurcht, die nicht allein religi?s, sondern mehr noch patriotisch begründet ist: Durch gro?es diplomatisches Geschick, allerdings auch durch nicht immer skrupul?sen Einsatz machtpolitischer und selbst milit?rischer Mittel gelang es Ngawang Lobzang Gyatso, dem ?Gro?en Fünften?, Tibet nach Jahrhunderten des Niedergangs wieder zu einen und in den Rang einer bedeutenden Regionalmacht zurückzuführen. Als erster Dalai Lama wurde er auch zum weltlichen Herrscher Tibets proklamiert. Unter seiner ?gide errang der Gelugpa-Orden endgültig die Vorherrschaft über die rivalisierenden lamaistischen Schulen, die teilweise durch blutigen Bürgerkrieg und inquisitorische Verfolgung unterworfen oder au?er Landes getrieben wurden.

Jedoch kehrte der Dalai Lama in seiner zweiten Lebenshälfte, nach Festigung seiner Macht und des tibetischen Staates, zu einer Politik der Mäßigung und Toleranz zurück, die seinem Charakter eher entsprach als die drastischen Maßnahmen, durch die er zur Herrschaft gelangte. Denn Ngawang Lobzang Gyatso war nicht nur ein Machtpolitiker und überragender Staatsmann, sondern ebenso ein spiritueller Meister mit ausgeprägter Neigung zu tantrischer Magie und lebhaftem Interesse auch an den Lehren andere lamaistischer Orden. Zeitlebens empfing er, wie die meisten seiner Vorgänger, gebieterische Gesichte, die er gegen Ende seines Lebens in seinen ›Geheimen Visionen‹ niederlegte.«

(Golzio, Bandini 1997: 95)

Der Dreizehnte Dalai Lama,
Thubten Gyatso

Der Dreizehnte Dalai Lama, Thubten Gyatso

?Ein anderer, besonders wichtiger Dalai Lama war der Dreizehnte (1876-1933). Als starker Herrscher versuchte er, im Allgemeinen ohne Erfolg, Tibet zu modernisieren. ?Der gro?e Dreizehnte? nutzte den Vorteil des schwindenden Einflusses China im 1911 beginnenden Kollaps dessen Monarchie, um faktisch der vollst?ndigen nationalen Unabh?ngigkeit Tibets von China Geltung zu verschaffen. Ein Fakt, den die Tibeter von jeher als Tatsache erachtet haben.?

Paul Williams, »Dalai Lama«, in
(Clarke, 2006, S. 137)

?Manche m?gen sich vielleicht fragen, wie die Herrschaft des Dalai Lama im Vergleich mit europ?ischen oder amerikanischen Regierungschefs einzusch?tzen ist. Doch ein solcher Vergleich w?re nicht gerecht, es sei denn, man geht mehrere hundert Jahre in der europ?ischen Geschichte zurück, als Europa sich in demselben Zustand feudaler Herrschaft befand, wie es in Tibet heutzutage der Fall ist. Ganz sicher w?ren die Tibeter nicht glücklich, wenn sie auf dieselbe Art regiert würden wie die Menschen in England; und man kann wahrscheinlich zu Recht behaupten, dass sie im Gro?en und Ganzen glücklicher sind als die V?lker Europas oder Amerikas unter ihren Regierungen. Mit der Zeit werden gro?e Ver?nderungen kommen; aber wenn sie nicht langsam vonstatten gehen und die Menschen nicht bereit sind, sich anzupassen, dann werden sie gro?e Unzufriedenheit verursachen. Unterdessen l?uft die allgemeine Verwaltung Tibets in geordneteren Bahnen als die Verwaltung Chinas; der tibetische Lebensstandard ist h?her als der chinesische oder indische; und der Status der Frauen ist in Tibet besser als in beiden genannten L?ndern.?

Sir Charles Bell, »Der Große Dreizehnte:
Das unbekannte Leben des XIII. Dalai Lama von Tibet«,
Bastei Lübbe, 2005, S. 546

Der Dreizehnte Dalai Lama:
Beurteilungen seiner Herrschaft

?War der Dalai Lama im Gro?en und Ganzen ein guter Herrscher? Dies k?nnen wir mit Sicherheit bejahen, auf der geistlichen ebenso wie auf der weltlichen Seite. Was erstere betrifft, so hatte er die komplizierte Struktur des tibetischen Buddhismus schon als kleiner Junge mit ungeheurem Eifer studiert und eine au?ergew?hnliche Gelehrsamkeit erreicht. Er verlangte eine strengere Befolgung der m?nchischen Regeln, veranlasste die M?nche, ihren Studien weiter nachzugehen, bek?mpfte die Gier, Faulheit und Korruption unter ihnen und verminderte ihren Einfluss auf die Politik. So weit wie m?glich kümmerte er sich um die zahllosen religi?sen Bauwerke. In summa ist ganz sicher festzuhalten, dass er die Spiritualit?t des tibetischen Buddhismus vergr??ert hat.

Auf der weltlichen Seite stärkte er Recht und Gesetz, trat in engere Verbindung mit dem Volk, führte humanere Grundsätze in Verwaltung und Justiz ein und, wie oben bereits gesagt, verringerte die klösterliche Vorherrschaft in weltlichen Angelegenheiten. In der Hoffnung, damit einer chinesischen Invasion vorbeugen zu können, baute er gegen den Widerstand der Klöster eine Armee auf; vor seiner Herrschaft gab es praktisch keine Armee. In Anbetracht der sehr angespannten tibetischen Staatsfinanzen, des intensiven Widerstands der Klöster und anderer Schwierigkeiten hätte er kaum weiter gehen können, als er es tat.

Im Verlauf seiner Regierung beendete der Dalai Lama die chinesische Vorherrschaft in dem großen Teil Tibets, den er beherrschte, indem er chinesische Soldaten und Beamte daraus verbannte. Dieser Teil Tibets wurde zu einem vollkommen unabhängigen Königreich und blieb dies auch während der letzten 20 Jahre seines Lebens.«

Sir Charles Bell in (Bell 2005: 546-47)

Der Vierzehnte Dalai Lama,
Tenzin Gyatso

Der Vierzehnte Dalai Lama, Tenzin Gyatso

?Der jetzige vierzehnte Dalai Lama (Tenzin Gyatso) wurde 1935 geboren. Die Chinesen besetzten Tibet in den frühen 1950er Jahren, der Dalai Lama verlie? Tibet 1959. Er lebt jetzt als Flüchtling in Dharamsala, Nordindien, wo er der Tibetischen Regierung im Exil vorsteht. Als gelehrte und charismatische Pers?nlichkeit, hat er aktiv die Unabh?ngigkeit seines Landes von China vertreten. Durch seine h?ufigen Reisen, Belehrungen und Bücher macht er den Buddhismus bekannt, engagiert sich für den Weltfrieden sowie für die Erforschung von Buddhismus und Wissenschaft. Als Anwalt einer ?universellen Verantwortung und eines guten Herzens?, erhielt er den Nobelpreis im Jahre 1989.?

Paul Williams, »Dalai Lama«, in
(Clarke, 2006, S. 137)

Moralische Legitimation
der Herrschaft Geistlicher

Für Sobisch ist die moralische Legitimation der Herrschaft Geistlicher ?außerordentlich zweifelhaft?. Er konstatiert:

?Es zeigte sich auch in Tibet, da? moralische Integrit?t nicht automatisch mit der Zugeh?rigkeit zu einer Gruppe von Menschen erlangt wird, sondern allein auf pers?nlichen Entscheidungen basiert. Vielleicht sind es ?hnliche überlegungen gewesen, die den derzeitigen, vierzehnten Dalai Lama dazu bewogen haben, mehrmals unmi?verst?ndlich zu erkl?ren, da? er bei einer Rückkehr in ein freies Tibet kein politische Amt mehr übernehmen werde. Dies ist, so meine ich, keine schlechte Nachricht. Denn dieser Dalai Lama hat bewiesen, da? man auch ohne ein international anerkanntes politisches Amt inne zu haben durch ein glaubhaft an ethischen Grunds?tzen ausgerichtetes beharrliches Wirken einen enormen Einfluss in der Welt ausüben kann.?

Jan-Ulrich Sobisch,
Lamakratie - Das Scheitern einer Regierungsform (PDF), S. 190,
Universität Hamburg